Al traducir un texto de un idioma a otro no basta solo con cambiar simplemente las palabras, estás entrando en un terreno legal lleno de matices que se le llaman comúnmente derechos de autor. Además de proteger al autor original, también se trata de entender el papel y los derechos que adquiere el propio traductor.
En las próximas líneas vas a encontrar, explicado de forma práctica y sin rodeos, lo esencial sobre traducción y derechos de autor. Si tienes en mente publicar un contenido traducido, ya sea literario, técnico, académico o incluso de marketing este tema te interesa, y mucho.
¿Qué se considera una traducción a efectos legales?
Legalmente, una traducción se considera una obra derivada. Se trata de una reinterpretación de un texto original a un idioma diferente con sus matices, expresiones, estilo y contexto propios. Por eso no es una simple copia, es una creación intelectual con un valor propio.
La mayoría de leyes en materia de propiedad intelectual, incluida la española, reconocen que la traducción es una obra independiente siempre que tenga la autorización previa del titular de los derechos de la obra original.
¿Necesito permiso para traducir y publicar un texto?
Sí, absolutamente. Si la obra original todavía está protegida por derechos de autor, se requiere permiso del titular (sea el autor, la editorial u otra entidad). No basta con aclarar que la traducción es “no oficial” o que no hay ánimo de lucro: hacerlo sin autorización puede constituir una infracción.
Ese permiso, además, debe ser expreso y constar por escrito. En el ámbito editorial lo habitual es firmar un contrato de cesión de derechos de traducción.
¿Quién tiene los derechos sobre la traducción?
Cuando se obtiene la autorización correspondiente, la traducción pasa a estar protegida como obra propia, con su autor: el traductor. Eso significa que, aunque no sea el creador de la obra original, posee derechos morales y patrimoniales sobre su trabajo.
Derechos del traductor:
- Reconocimiento de su autoría (derecho moral).
- Capacidad de negociar condiciones de publicación, explotación y uso.
- Derecho a oponerse a modificaciones no consentidas de su traducción.
En definitiva: traducir no es solo prestar un servicio, también supone generar una creación con su propio peso legal.
¿Y si la obra original ya es de dominio público?
Cuando una obra pasa al dominio público (generalmente 70 años tras la muerte del autor), ya no se requiere autorización para traducirla. Eso sí, la traducción que realices sí está protegida como una nueva creación intelectual.
Dicho de otra forma: la obra base puede estar libre, pero tu traducción no lo está. Y su uso deberá respetar igualmente los derechos del traductor.
¿Qué pasa con los textos técnicos, webs o contenidos de marketing?
Los derechos de autor no solo aplican a novelas o obras literarias. También alcanzan a páginas web, catálogos, campañas publicitarias, manuales técnicos, documentación corporativa, etc.
En estos casos:
- El texto original sigue estando protegido.
- La traducción necesita permiso si va a difundirse públicamente.
- El traductor debe figurar como autor de esa versión traducida.
Así que, si estás pensando en traducir una web, una aplicación o cualquier material empresarial, lo mejor es confirmar que todo se ajusta a la normativa.
¿Qué debe incluir un contrato de traducción con cesión de derechos?
Para evitar malos entendidos, lo más recomendable es dejarlo todo por escrito. Un contrato de traducción debería contemplar, entre otros, los siguientes aspectos:
- Identificación de la obra original y del idioma de destino.
- Plazos y condiciones de entrega.
- Cesión (o no) de los derechos patrimoniales.
- Usos permitidos de la traducción (impresión, web, audiovisual, etc.).
- Remuneración y condiciones económicas.
- Reconocimiento explícito del traductor como autor de la obra derivada.
Este tipo de acuerdos no solo protegen al cliente, también respaldan al traductor frente a un uso indebido de su trabajo.
¿Qué ocurre si se infringen los derechos en una traducción?
Las consecuencias pueden ser desde reclamaciones económicas hasta sanciones legales o demandas por infracción de la propiedad intelectual. Además del traductor, aquel que publica la obra traducida también adquiere parte de responsabilidad si no cuenta con los derechos adecuados.
En resumen, es crucial asegurarse de que:
- Se tiene autorización del titular original.
- La traducción se ha realizado cumpliendo la legalidad.
- El contrato con el traductor aclara si hay o no cesión de derechos.
Conclusión: traducir no es solo traducir
Traducir es talento, es técnica… y también implica una responsabilidad legal. Tanto si trabajas como traductor como si vas a publicar una obra traducida, entender la cuestión de los derechos de autor es imprescindible para actuar con profesionalidad y evitar problemas.
Y conviene no olvidarlo: cada traducción es una obra nueva, con el mismo respeto legal que cualquier otra creación original.
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